Escasas son las noticias sobre el número de alumnos de las escuelas hasta la década de mil novecientos cuarenta. Luís Bello nos informa de los importantes núcleos de población existentes en las afueras de Olivenza, concretamente en el barrio de Juan Fuentes, La Morera, Ramapallas y Huerta de la Cuerna, donde no llegan los maestros.
Ante las necesidades se fueron construyendo nuevas escuelas, caso de las Graduadas Primo de Rivera, no obstante el nivel de absentismo fue muy amplio, incrementado durante la Guerra Civil. Terminada ésta, se reconoce la ardua labor de la alcaldía por conseguir la total escolarización. En ello jugó un papel importante la Iglesia de la mano de los sacerdotes Don José Hidalgo Marcos y Don Luís Zambrano Blanco. Al primero se deben los colegios de la Compañía de María y las Escuelas Parroquiales del Sagrado Corazón; al segundo, los de Santa Teresa y San José. Los inicios de estos colegios fueron muy difíciles, pero se consiguió atraer al alumnado poniendo en prácticas una serie de medidas caso de los vales por puntualidad, aseo y aplicación. A ello colaboraba el Ayuntamiento sancionando a aquellos padres que descuidasen los deberes educativos para con sus hijos.
El Museo expone como pieza del mes de junio tres vales en los que se lee: aseo, puntualidad y aplicación. Por costumbre, se repartían en las escuelas creadas por los sacerdotes mencionados, entre aquellos niños que no faltaban a clase. Gracias a dichos vales los alumnos podían comer gratuitamente en el comedor escolar, conseguían libros, vestimenta apropiada e incluso material de aseo. Los objetivos eran claros: por un lado se evitaba el absentismo; por otro, se permitía al alumno realizar, al menos, una comida diaria y adquirir hábitos de higiene.