En marzo de 2006 el Museo mostró como pieza del mes una devanadera, uno de los instrumentos utilizados en el proceso de hilado. Este mes expone otro de los utensilios empleados en la tarea de hilar: el torno de hilar popularmente conocido como rueca. Esta pieza que se puede fechar entre mediados del s. XVIII y mediados del s. XIX, procede de la localidad cacereña de Torrejoncillo.
Se compone de un armazón de madera sobre cuatro patas. En uno de sus extremos y atravesando dos piezas de madera se dispone el huso horizontalmente. En el lado opuesto una rueda maciza con borde acanalado giraba por acción de una manivela que se manejaba con la mano izquierda, mientras que la derecha se empleaba en aparejar el lino o la lana.
El arte de hilar las fibras para formar un hilo es tan antiguo que sobrepasa las fechas históricas. Se ha comprobado la existencia de algunos tejidos de fibras naturales utilizados por el hombre de las cavernas. La hilatura en sí no responde al descubrimiento o invención de algún hombre o época, más bien se trata de una acumulación de conocimientos y pequeños avances tecnológicos a través de miles de años de esfuerzo para encontrar la mejor forma de satisfacer las necesidades de cada día. Cuando se inventó el arte de hilar, la lana se convirtió en el material más útil para hacer vestidos, para la gente que habitaba en climas fríos; pero donde el sol era intenso, la gente seguía usando el limpio y fresco lino.
El objetivo del hilado y de los procesos que lo preceden es transformar las fibras individuales en un hilo continuo cohesionado y manejable. Los procesos varían según el tipo de fibras empleado. Antes de la llegada de las máquinas, el hilado se hacía a mano con el huso y la rueca, que consistía en una vara en la que se fijaba una porción (llamada copo) de la fibra que iba a ser hilada. La rueca se sostenía con la mano izquierda o se enganchaba en el cinturón. El huso era una pieza más pequeña de forma aproximadamente cónica, que se hacía girar con la mano derecha arrollando el hilo alrededor de él a medida que se iba retorciendo.
Alrededor de los s. XIII y XIV se introdujeron en Europa los tornos de hilar, procedentes de la India, que supusieron una mejora sobre las ruecas. A mediados del s. XVIII se produjeron tres grandes invenciones que modificaron radicalmente el procedimiento del hilado. Así, en 1764, James Hargreaves desarrolló la spinning-jenny, una máquina de hilar capaz de producir ocho hilos a la vez; en 1769 Richard Arkwringht inventó la water-frame, hiladora que utilizaba como fuerza motriz el agua; en 1779 Samuel Crompton creó la mula-jenny, una máquina capaz de producir hilo resistente en grandes cantidades.
Estos tres inventos constituyeron la base de todos los que lo siguieron, porque las máquinas de hilar se han ido perfeccionando, y ahora hay hilanderías con miles de husos, que producen toneladas de hilaza a un ritmo que habría sorprendido a las hábiles hilanderas que manejaban el viejo torno de hilar.