El Sagrario es la urna donde se guardan las Sagradas Formas.
Ya en las Constituciones Apostólicas se dice que las especies consagradas durante la Misa deben llevarse a un local adecuado, denominado secretarium o sacrarium. Sus llaves estaban en manos de los diáconos, a quienes competía la administración de la Eucaristía. En dichos locales, la Sagrada Forma se colocaba en un cofrecito o en una tela blanca de lino, todo ello guardado en un armario, siendo éste el primer tabernáculo.
De los anteriores, de pequeñas dimensiones, se pasó a otros que, desde el siglo IX, fueron alcanzando un tamaño notable.
A partir del siglo XI se descubren diferentes tipos de custodias del Santísimo Sacramento, como el tabernáculo mural, que se situaba al lado del altar. Tras el Concilio Vaticano II comenzó a ubicarse sobre el altar. Desde el siglo XV el sagrario se añadió al retablo, formando parte de ellos y tallado según el estilo del momento.
Es curioso reseñar como en los templos oliventinos el sagrario se encuentra en el centro del retablo, en su parte inferior, pero también se localiza en el camarín, en la zona superior que remata la grada que, a veces, servía para colocar la Custodia.
Actualmente se dispone que el Sagrario se coloque en una parte de la Iglesia que sea bien visible y apta para la oración.
El Sagrario que expone el Museo es de forma rectangular, rematado con frontón curvo coronado con cruz griega y adornado con arcos ojivales apuntados. En su parte frontal, una puerta flanqueda por dos columnas, se observa cáliz dorado y cerradura.