Pildorero, Pieza del Mes de diciembre de 2024
- administrador
- noviembre 29, 2024
En el s. XVII, los farmacéuticos tienen un papel indiscutible en el ámbito de la ciencia y empiezan a dedicarse a la química con más interés. Aumentan las publicaciones científicas escritas por ellos, comienzan a formar parte de las academias y asociaciones científicas, adquieren nuevos roles como formadores e investigadores. El establecimiento de farmacia se desarrolla separando la zona de atención al público del laboratorio y se utilizan materias primas cada vez más fiables. Los farmacéuticos del Barroco fueron los grandes impulsores del uso de productos químicos como medicamentos.
En el s. XVIII, con La Ilustración, se extiende el uso de los albarelos para uso exclusivo de farmacias, surgen más academias científicas, fundadas en la rebotica de ilustres boticarios, se imparte formación, se crean laboratorios de química y, curiosamente, preparan la triaca, que según la RAE es “una confección farmacéutica usada de antiguo y compuesta de muchos ingredientes y, principalmente, opio”.
En el s. XIX, los avances de esta profesión son imparables, pero antes de que la industria farmacéutica elaborara las novedosas formas de administración de medicamentos, los farmacéuticos manejaban utensilios para la elaboración manual de los mismos. En el local se llevaba a cabo una gran labor de composición, se etiquetaba, trasvasaba, aseguraban cordeles y confeccionaba los medicamentos. Además, se solían comercializar las medicinas patentadas, así como hierbas y remedios populares de su propia creación.
Uno de los útiles empleados por el farmacéutico era el pildorero que, como su nombre indica, se usaba para elaborar píldoras.
El museo cuenta con uno, que consta de una tabla gruesa de forma rectangular, más elevada en la parte superior. Sobre ella, en la mitad inferior, se dispone una plancha o troquel de hierro que da forma a las píldoras. Encima se coloca otra pieza alargada, de madera, con dos mangos en sus extremos para manejarla y otra plancha o troquel debajo, igual a la anterior. Entre ambas superficies se colocaba el magdaleón o masa a la que, previamente, le incorporaban los principios activos medicinales. Al unir ambas planchas y frotar una contra otra, se generaban cilindros que, posteriormente, se redondeaban a mano, dando lugar a las píldoras. Por último, se recubrían con alguna sustancia para ser ingeridas.
En el centro, junto al troquel hay una escala graduada de 0 a 30, que corresponde al número de canales existentes.
Esta interesante pieza fue donada por Carlos Arrieta Isasi, farmacéutico bilbaíno, en abril de este mismo año, junto a toda su colección.
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