Los juegos de construcción son uno de los preferidos por los niños. La capacidad de formar casas, a partir de piezas sueltas, les resulta muy motivador y divertido. De ahí que sea uno de los entretenimientos que perdura durante más tiempo en la infancia, siendo de gran importancia para el desarrollo de su pensamiento lógico-matemático.
Comenzaron a fabricarse como derivación de los bloques que, desde finales del s. XVIII, se utilizaban para enseñar matemáticas, geometría, y dibujo, para visualizar operaciones abstractas.
En un principio su fabricación fue de forma artesanal en pequeñas carpinterías, con un coste muy elevado por lo que eran destinados a niños de clase alta. Estaban formados por placas de madera con imágenes en sólo dos caras.
Posteriormente los fabricantes advirtieron de sus extraordinarias posibilidades y comenzaron a producir variantes en madera, cartón, y posteriormente, en piedra, metal y plástico.
Se consideró que tenían un gran valor educativo, siendo el pedagogo alemán Federico Fröebel (1782-1852) quien introdujo estos juegos en su elaborado programa docente de las escuelas infantiles, ayudando a explorar en profundidad el razonamiento espacial, el pensamiento analítico y el diseño creativo.
Este mes, el Museo exhibe uno de estos juegos de arquitectura o construcción. Se trata de una caja de madera que contiene bloques de piedra de tres colores, rojo, amarillo y azul grisáceo, de acuerdo con los tres materiales de construcción, ladrillo, piedra arenisca y pizarra para el techo. Pertenece al nivel 3 y en la tapa indica el nº de piezas de cada clase. Se acompaña de un libro con diferentes modelos de construcciones.
Piezas como ésta fueron un clásico entre los juguetes de los niños alemanes de finales del s. XIX y principios del s. XX. Fue producida por el alemán Friedrich Adolf Richter, a partir de 1882, en su fábrica farmacéutica. Artistas, ilustradores y arquitectos desarrollaron planos de construcción de los kits. Desde 1895, ganó numerosos premios internacionales. Hasta su cierre, en 1963, la empresa vendió aproximadamente cinco mil millones de bloques de anclaje, como ellos le denominaban.
Fue donada al Museo por Teófilo Borrallo Gil en 1991.