El jabón es un agente limpiador que surge por la preocupación de eliminar la suciedad y protegerse de gérmenes y bacterias.
Aunque todo el mundo conoce esta sustancia tan familiar y normalmente utilizada de forma cotidiana, son muchos los que desconocen tanto su composición química como el fundamento físico en el que se basa para limpiar la suciedad. Fenicios, griegos y romanos ya usaban un tipo de jabón que se obtenía hirviendo sebo de cabra con una pasta formada por ceniza y agua.
Olivenza ha sido siempre una zona de tradición olivarera. Disponía, en la antigüedad, de abundantes subproductos del aceite y grasas de animales para la confección de jabón, en cantidades que permitían su exportación a otras zonas. Esta industria, de cuya existencia tenemos noticia desde el inicio del S. XV, debía presentar un desarrollo notorio, toda vez que sus rendimientos fueron objeto de privilegios reales concedidos a miembros de la nobleza local.
Según los archivos consultados, D. Manuel I otorgó las rentas de la jabonería de Olivenza a Dª Isabel de Ataide en 1514. El hidalgo Juan de Fonseca poseía unas rentas de 5000 reales a mediados del S. XVI. El número de jabonerías (saboarias) en nuestra localidad era tal que a mediados del XVII, llenaban una calle a la que se le daba el nombre de “Rua dos Saboeiros” (Calle de los Jaboneros), hoy Bravo Murillo, donde aún se distingue el altar destinado al santo.
Hacia los años 20 del siglo pasado se elaboraba este producto en la fábrica de D. Marcial Mira denominada La Oliventina, que posteriormente, en 1946, compró D. Ramón Bonet. Esta industria del jabón se mantuvo hasta los años 70, llegando a fabricar unos 50000 Kilogramos al año.
A lo largo de los siglos el jabón se ha fabricado de forma artesanal. Incluso hoy en día, en algunas casas del medio rural, se hace a partir del aceite de freír los alimentos. Únicamente se necesita aceite, agua y sosa cáustica. La pasta resultante de mezclar estos elementos se vierte en un cajón o molde donde se deja enfriar. Estos moldes son de madera o hierro. Antes se usaron cajas de piedra y de mampostería que hoy apenas se emplean.
El Museo quiere mostrar este mes uno de estos moldes de madera. Se trata de un cajón de grandes dimensiones formado por ocho bateas dispuestas una sobre otra, atravesadas en las esquinas por una barra atornillada. Perteneció a D. Manuel Cordero Dibildos, que lo utilizó durante los años 60 para su uso personal aprovechando los asientos de un molino de aceite de su propiedad. Este cajón se cubría de tela y sobre ella se echaba la mezcla, que tardaba algunos días en solidificarse. Una vez conseguido, se quitaban los tornillos de las esquinas y se levantaba la primera batea, quedando la plancha de jabón al aire. Ésta se cortaba a lo largo con un alambre y posteriormente se dividía primero en barras y después en pastillas, dando a los trozos el tamaño deseado. El mismo proceso se utilizaba para las restantes bateas. Actualmente se emplean para esta labor máquinas cortadoras de muy diversas clases.
Desde los comienzos hasta ahora, lo que ha evolucionado más en el mundo del jabón no ha sido tanto su fórmula como su apariencia. Así, los jabones han pasado de su antiguo tacto rudo y áspero a la cuidada presencia del jabón industrial que conocemos actualmente.