Una Aspiradora Tornado años 50, Pieza del Mes septiembre 2015
- administrador
- septiembre 1, 2015
Durante siglos, la gente ha empleado escobas y cepillos para limpiar la suciedad del suelo, y también plumeros para desempolvar muebles, libros y demás objetos de las casas. Los sistemas de limpieza que se empleaban llevaban mucho tiempo y requerían un esfuerzo físico considerable, siendo, además, muy poco eficaces, ya que el polvo se quedaba en el plumero o se sacudía al aire.
Con las alfombras el problema era aún mayor ya que era casi imposible quitar la suciedad barriéndolas.
Fue en el s. XIX cuando se empieza a plantear seriamente el diseño de un aparato que no moviese la suciedad de un lugar a otro, sino que la aspirase. Una de las razones fue la creciente preocupación por los gérmenes que producían infecciones y se sospechaba que se acumulaban en el polvo.
El primero en patentar un artilugio que podríamos catalogar de aspiradora fue el estadounidense Daniel Hess, en 1860.
Después de Hess hubo otros intentos de mejorar su “barredor de alfombras”, pero tampoco tuvieron éxito.
El primer aspirador realmente útil de la historia fue el Puffing Billy, de Cecil Booth. En sus viajes en tren había observado un dispositivo utilizado para limpiar asientos, que soplaba una bocanada de aire para mover el polvo. Booth pensó que sería más útil aspirar aire que soplar y, para probarlo, cogió un pañuelo y se lo puso en la boca, aspirando después sobre una silla. Efectivamente, la suciedad quedaba en el pañuelo, sólo faltaba construir un motor que moviera un ventilador con la potencia suficiente para aspirar.
El Puffing Billy, de Booth, funcionaba bien, aunque era muy pesado e iba montado sobre una carreta tirada por un caballo. Del aspirador salía un tubo de unos 30 m. de largo que se llevaba al interior de las casas para limpiarlas. Esta máquina no se compraba, sino que se contrataba su servicio, que podría costar unos 4 dólares, una pequeña fortuna para la época.
Pero su salto a la fama se produjo por terminar, aparentemente, con una epidemia en la Marina Británica, aspirando carretas y dependencias militares, convirtiéndolo en un icono de la higiene moderna.
Poco a poco las aspiradoras evolucionaron pasando de ser aparatos grandes a unos más útiles y de menor tamaño y precio.
Fue James Murray Spangler, en 1907, dedicado a la limpieza de una tienda en EEUU y alérgico al polvo, quien, conociendo el triunfo de Booth con su gran aspiradora, se preguntó si podría hacer algo parecido a menor escala. Construyó un prototipo con madera procedente de cajas de embalar, el motor de un ventilador, un palo de escoba y una funda de almohada para recoger el polvo, y funcionó. Spangler patentó su aspiradora en 1908 convirtiéndose en la primera aspiradora eléctrica, portátil y eficiente de la historia.
El Museo quiere recordar la historia de este aparato doméstico aprovechando la donación de uno de ellos. Se trata de una aspiradora de los años 50, marca Tornado. Consta de un motor a cuya parte inferior se acoplan diferentes accesorios, según lo que se desee aspirar o la función que quiera realizar, ya que lo mismo aspiraba que expulsaba aire. Se podía manejar con mango largo o corto. Toda la suciedad se recogía en una bolsa de tela de color granate. Según la publicidad de la época, con ella se realizaban “todos los trabajos del hogar con un solo aparato fácilmente transportable”, “con un mínimo espacio TORNADO siempre dispuesto”, “silenciosa, ligera, ultra-manejable”.
Fue donada por la pacense Ascensión Fernández González en el año 2014.