El racionamiento consiste en el reparto controlado de bienes escasos con el fin de asegurar el abastecimiento. Es propio, por tanto, de tiempos de escasez, normalmente como consecuencia de un conflicto bélico o una crisis económica aguda.
Las cartillas de racionamiento son uno de los elementos más característicos de la posguerra en España. Una orden Ministerial del 14 de mayo de 1939 estableció un régimen de racionamiento para los productos básicos de alimentación y de primera necesidad, por ello, estas cartillas seguían unas normas establecidas por el Gobierno Civil en cuanto a cantidad y precio de los alimentos. Tenían la potestad de racionar lo poco que llegaba de la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, y, aun así, “sobraban” muchos alimentos en los almacenes de los intermediarios, en las bodegas de los tenderos, en las despensas de los poderosos….
En un principio, estas cartillas eran familiares, se entregaban a los cabezas de familia, previa petición del interesado. Pero con el objetivo de llevar un control más exhaustivo y evitar duplicidad de inscritos en los censos, en 1943 entraba en vigor la cartilla individual, en sustitución de la familiar. A pesar de todo, el racionamiento siguió siendo insuficiente y los alimentos distribuidos eran de muy mala calidad y llegaban con cuentagotas.
Combinando los factores del lugar de residencia, el número de integrantes, y la suma de ingresos totales percibidos por la unidad familiar, previa declaración jurada del cabeza de familia, se establecieron tres categorías de cartillas: de primera, de segunda y de tercera. Existió también la denominada Cartilla Provisional de racionamiento, prevista para entradas en territorio nacional desde otros países o para cambios de residencia en municipios diferentes.
Un ejemplo de cartilla de racionamiento es la que muestra el Museo durante el mes de mayo. Cada cartilla constaba de una portada con el tipo de categoría y el número de serie, que, en este caso, es Segunda Categoría, Serie nº 053182, de BA (Badajoz). Presenta dos sellos estampados, uno ovalado de la Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes, de Badajoz, y otro circular de Ultramarinos Finos ALBA, de Badajoz. Además de otros dos de Reservistas de Aceites y Productos de Cereales Panificables. En la portada figura también un sello de José Antonio Primo de Rivera de 10 céntimos, sin valor postal.
En la parte interior de la cubierta figuran los datos del propietario de la cartilla. A continuación, tres hojas de veinticuatro cupones cada una, que correspondían al aceite, azúcar y arroz; otras tres hojas con veinticuatro cupones destinados a “varios”; las dos últimas hojas, en cartón como la de la portada, estaban reservadas para la carne, grasas, ultramarinos y panadería. La contraportada incluía diez advertencias de uso.
Cada ciudadano tenía asignado un proveedor o tienda de comestibles en la que adquirir los productos. Es, en estos establecimientos, donde se llevaban a cabo las inscripciones. En caso de traslado, fallecimiento o llamada a filas tenían que ser dadas de baja.
Al hacer la adquisición de los productos, se cortaba el cupón o cupones correspondientes a los artículos que se recogían, conforme a los anuncios de suministro que publicaba la Delegación de Abastecimientos y que sólo eran válidos los cupones de la semana corriente.
Durante casi 15 años el sistema demostró ser de muy mala calidad y dio origen al estraperlo y a la venta ilegal de estos productos en el llamado “mercado negro”, donde los precios eran, por lo general, desorbitados.
Las buenas cosechas cerealistas de 1951 y los crecientes intercambios comerciales con el extranjero dieron un respiro al régimen, que en el mes de mayo de 1952 suprimió las cartillas de racionamiento, trece años después de su implantación. El Consejo de Ministros aprueba un nuevo régimen –ahora libre- de producción, venta y precio de los artículos, hasta entonces intervenido por la Comisaría de Abastecimientos.
Esta interesante pieza fue donada al Museo por la Asociación Limbo Cultura en marzo de 2017.