A mediados del siglo XVIII se había extendido en España la costumbre de fumar tabaco traído de América. Sin embargo, en Europa era un producto sumamente caro para fumarlo en las hojas de la planta, por lo que mucha gente optaba por consumirlo en forma de polvo o envuelto en papel de periódico.
Los emprendedores de aquella época, para evitar que aquel grueso papel con tinta fuera fumado, idearon un papel más fino, blanco y en grandes hojas del tamaño del pliego (doble folio), que el fumador podía cortar a gusto y necesidad.
A comienzos del siglo XIX la moda del tabaco en polvo decae. Se extiende la costumbre de su liado y con ella nace la necesidad de servir el papel con un tamaño más adecuado a los cigarrillos.
El mercado español de papel de fumar tenía dos sectores: las fábricas de tabaco y el consumidor que liaba cigarrillos. El primero, destinado a la fabricación de cigarrillos y el segundo, destinado a liar tabaco por parte del usuario. Este mercado consolidó el desarrollo de los talleres de libritos de papel de fumar, existente desde inicios del siglo XIX.
Capellades, en Barcelona, y Alcoy, en Alicante, son las dos ciudades en las que se inicia este mercado en España, aunque la principal concentración de talleres se dio en la Comunidad Valenciana.
El catálogo de los fabricantes de papel de fumar era extenso. Se podían distinguir por la materia prima (algodón, hilo, cáñamo, paja de trigo o arroz); por el color y/o aroma (balsámico, de regaliz, caña de azúcar, etc); por si estaban engomados o no.
En la política de diferenciación del producto fue importante la incorporación de la marca. Siendo las de Capellades y Alcoy las dominantes. Eran un referente de excelencia y un instrumento para alcanzar el éxito comercial. Las pequeñas empresas compraban el papel a los fabricantes para luego vender sus productos con marca propia.
Entre las marcas destacadas a comienzos del s. XX estaban Bambú (Alcoyana) y Smoking (Catalana).
Exponemos como pieza del mes, un librito de la marca Bambú, de Sobrinos de R. Abad Santonja, de Alcoy. El papel, extra fino, se presenta engomado y con marca de agua.
La marca Bambú se crea en 1907 en la fábrica de Rafael Abad Santonja. Soltero y sin descendencia, fallece en 1911, siendo sus sobrinos y herederos, Rafael, Francisco, Emilio y Milagros Silvestre Abad, los que continuaron explotando hasta 49 marcas de papel de fumar bajo la razón social de Sobrinos de Don Rafael Abad Santonja.
El auge del consumo de papel de fumar y el éxito de la marca Bambú, propició lo que posteriormente sería la conjugación de todas las fábricas de papel de fumar de Alcoy con el nombre de Papeleras Reunidas, S. A.
En la actualidad hay un florecimiento de este tipo de presentación, dado que el alto precio de las cajetillas de tabaco ha hecho que el público vuelva a liar cigarrillos a mano o con máquinas caseras.