La profesión de zapatero va pareja a la aparición del ser humano. Ya en la Edad de Piedra las mujeres se encargaban de hacerlo. En el Antiguo Egipto, Grecia y Roma fue un oficio muy bien visto. Bien es cierto que con el tiempo hubo una clara diferenciación entre el zapatero de prima, quien hacía el zapato de principio a fin, y el remendón, dedicado a pequeños arreglos.
Antes de proceder a su elaboración zapatero y cliente tenían que acordar un precio. Posteriormente, aquél pasa a tomar medidas de cada pie con su tabla de medir, más conocida por pie de rey; a continuación, con una cinta métrica se hacía lo mismo con el tobillo y empeine. Con todos estos números se daba forma al patrón en cartón, papel o chapa metálica. Elegido dicho patrón, se corta sobre el cuero las piezas para confeccionarlo; a continuación se marcan las líneas de costura con la ruleta; preparadas las piezas, se unen cosiéndolas con hilo de cáñamo que se impregnaba en cera. Confeccionada la parte superior del zapato, se procedía a darle forma sobre la horma y a añadirle la suela y tacón. Por último, el calzado necesitaba de remate y abrillantamiento, proceso que se hacía con herramientas específicas como el palo de bruñir, los hierros de lujar y la pata de cabra. En cuanto al material más empleado, digamos que fue el cuero, que se conseguía en las fábricas de curtidos ubicadas en las cercanías de la fuente de la Rala y Cuerna, cuando no se traía de fuera.
Nuestra localidad fue prolija en zapateros, quienes solían transmitir sus enseñanzas a sus hijos. Siguiendo el Anuario del Comercio, Industria y profesiones de España, de Rudolf Mosse, del año 1927, las zapaterías de nuestra villa eran: las de Avelino Cascos, Alberto Encinar, Antonio Fernández, Enrique Fortes, Eduardo Rodríguez, Joaquín Rodríguez y José Rodríguez. En la primera mitad del siglo XX algunos zapateros se convierten en empresarios, creando su tienda para la venta de zapatos, mientras que en una habitación trasera de dicha dependencia trabajaban varias personas desarrollando el oficio.
La industrialización en el sector del calzado provocó que los zapateros artesanos quedaran relegados a zapateros remendones, encargados de poner tapas y otros arreglos.
Las botas que se exponen como pieza del mes, fechadas en el año 1900, fueron donadas por la familia Llofriu.