Los juguetes son parte de nuestras vidas. Desde los más humildes a los más perfectos y lujosos, todos son deseados y disfrutados por los niños. Los mejores recuerdos de nuestra infancia casi siempre se asocian a aquellos juguetes con los que tan buenos ratos pasamos y que, en algunos casos, aún conservamos.
¡Yo tuve uno como ése! Esto exclamarán los adultos que contemplen la pieza que este mes expone el Museo.
Se trata de un diábolo, juego inventado en China hace 2000 años. A Europa llegó de la mano del embajador inglés a finales del s. XVIII. Alcanzó gran éxito entre la sociedad inglesa. En Francia, recibió igualmente, una gran acogida. Se consideraba un juego tan competitivo que en 1810 se constituyeron diversos clubes en París, celebrándose competiciones donde hoy están los Campos Elíseos. La moda llegó al punto de que en la Corte de Napoleón I se jugaba con diábolos hechos de madera maciza.
En 1906 un inventor francés, Gustave Phillipart, presentó un diábolo hecho con dos copas de metal y los bordes protegidos con caucho de neumáticos viejos; era el origen del diábolo moderno. Numerosos escritos, narraciones y tarjetas postales muestran que se jugaba con él en todas partes y por casi todas las clases sociales. Más tarde el diábolo sólo aparecerá en los escenarios de los teatros.
Considerado como un juego malabar, está formado por dos semiesferas huecas (normalmente de caucho) unidas por su parte convexa por medio de un eje metálico. El juego, como todos sabemos, consiste en hacer girar este objeto sobre sí mismo impulsándolo con una cuerda sujeta a dos bastones (madera o metal). Se caracteriza porque sólo trabaja una mano, la mano hábil, mientras que la no hábil se mueve en función de los movimientos de la otra, dejando o recuperando cuerda (para que el diábolo pueda realizar figuras o bien para que no choque con el suelo). La medida afectará tanto a la velocidad como a su equilibrio. Así, un diábolo pequeño girará muy rápido, pero tendrá poco equilibrio, al contrario que uno grande. La medida de la cuerda es personal, pero la correcta se corresponde con la distancia que hay entre el suelo y el pecho del diabolista. El que exponemos tiene un tamaño bastante reducido, lo que indica que fue utilizado por niños de corta edad.
Hacia 1980, gracias al uso de la tecnología, a los materiales y a la investigación y precisión de los fabricantes, empezó una nueva era para el diábolo. Ello permitió que cada vez más malabaristas y aficionados hicieran cosas extraordinarias con estos extraños y bellos objetos voladores transformándose este juego en un arte espectacular. Como juego infantil, hoy día forma parte del recuerdo o de los fondos de algún museo.