El 11 de junio de 1525, un canónigo de la Catedral de Salamanca llamado Alonso Fernández de Segura, natural de Burguillos del Cerro, dispuso en su testamento que se fundase en dicha localidad un convento de monjas de la Purísima Concepción, que tuviera anejo un hospital para pobres sanos o enfermos, cuya existencia estuviese a cargo de dichas monjas. Según los escritos de aquella época, el 28 de junio de 1532 el convento ya era una realidad, considerándose uno de los más importantes de la zona.
Pieza curiosa de este convento es el torno que exponemos este mes. Se trata de un armazón giratorio compuesto de varios tableros verticales que concurren en un eje, y de un suelo y un techo circulares, que se ajustan al hueco de una pared. Servía para pasar niños expósitos u objetos de una parte a otra, sin que se vieran las personas que los daban o recibían.
En Olivenza, ciudad fronteriza, existieron dos tornos, uno de ellos ubicado en la Santa Casa de Misericordia, Institución a la que, por mandato real, competía el cuidado y atención de estos niños abandonados hasta cumplir los siete años. Nada más recibirlos, la Junta Directiva de este organismo buscaba amas de expósitos, a las que se pagaba por amamantar a los bebés. En el valioso archivo de la Santa Casa se descubre el elevado número de niños abandonados que por ella pasaron y, como anécdota resaltar que algunos de ellos llevaban algún tipo de contraseña (medallas, escapularios, en ocasiones, cartas partidas cuyo borde debían encajar, descripción de la ropa, un mechón de cabello de la madre,etc) todo ello con el objeto de poder retirar al menor en el futuro. Junto al torno había siempre una persona destinada a recibirlos, acudiendo rápidamente al sonido del timbre, campanilla u otra señal cualquiera para recoger a la criatura.
Actualmente, estos tornos se utilizan, principalmente, para la venta de productos de repostería elaborados por las propias religiosas. Éstas compaginan la misión que la iglesia les ha encomendado con el trabajo productivo. Las labores de repostería aportan unos ingresos que cubren buena parte de las necesidades de muchos conventos.