Parece ser que Euclides y el genial Leonardo da Vinci ya observaron y estudiaron el fenómeno de la visión binocular, siendo considerados los pioneros en este tema. También el famoso astrónomo Kepler llevó a cabo estudios sobre la estereoscopia.
Curiosamente la estereoscopia precedió a la fotografía. Fue un físico británico, Sir Charles Wheatstone, en junio de 1838, el primero en describir, con cierto rigor, el fenómeno de la visión tridimensional, construyendo un aparato, el estereoscopio, con el que se podían apreciar, en relieve, dibujos geométricos.
Años más tarde, en 1849, Sir David Brewster diseñó y dio vida a la primera cámara fotográfica estereoscópica, con la que obtuvo fotografías en relieve. Además, patentó un visor con lentes para observarlas.
Posteriormente Oliver Wendell Holmes, en 1862, construyó otro modelo de estereoscopio de mano que se hizo muy popular a finales del s. XIX.
Una de estas piezas, del año 1904, es la que muestra el Museo durante el mes de noviembre. Este modelo de estereoscopio, tipo Holmes, es un instrumento de aluminio a través del cual pueden observarse fotografías de objetos, pero no como representaciones planas, sino con profundidad y apariencia sólida.
La idea básica de las imágenes estereoscópicas es que partiendo de dos imágenes desde el mismo punto de vista, pero con una pequeña diferencia de ángulo entre ellas, el cerebro se encarga de unirlas, formando una sola que es la que produce la visión tridimensional. Así, con este aparato, se pueden ver, en relieve, fotografías estereoscópicas montadas sobre cartón como las que se exponen junto a él.
Estas fotos se colocan en un soporte que se desliza horizontalmente adaptándolas a la visión de la persona. Se observan a través de dos objetivos con lentes separadas e inclinadas para que coincidan y se fundan las dos imágenes en una tridimensional.
Ilustres científicos como el Premio Nobel, Don Santiago Ramón y Cajal, utilizaron la estereoscopia para presentar sus trabajos científicos.