Dentro de la casa popular, la cocina es el eje en torno al que gira toda la actividad de la vida doméstica pues es, además de lugar donde se preparaban los alimentos y donde se llevaban a cabo las comidas, cuarto de estar y lugar de reunión y tertulia.
La pieza fundamental de la cocina era el hogar, siempre bajo, sobre un escalón que lo aislaba del suelo y protegido por una chimenea con campana que disponía de una repisa o “topetón” donde se podían colocar distintos objetos y útiles del quehacer doméstico.
El fuego se aprovecha de dos formas en la casa tradicional: como calentador de la casa, de una manera pasiva, y como elemento necesario para cocinar los alimentos de una manera activa.
Relacionados directamente con el hogar y el fuego, las cocinas tradicionales contaban con un conjunto de útiles de hierro para mantener las llamas en su punto y sostener los cacharros sobre ellas. Así, tenemos la chapa, el trasfuego, los morillos, guardafuegos, llares, etc.
Entre todos ellos, destaca uno que es común a todos los tipos de cocina: la trébede.
Mientras que el llar sujeta los cacharros suspendidos sobre el fuego, para hacerlo sobre el suelo se usan las trébedes. Ésta es un soporte de hierro formado por un aro sobre tres patas en cuyo hueco encaja el puchero para colocarlo directamente sobre las brasas. Hay una variante para sartenes, la que exponemos este mes, en la que uno de los pies se ha prolongado lateralmente y a través de él corre o se desliza una pequeña horquilla vertical donde se apoya el mango de éstas.
La trébede en su simplicidad reproduce el espíritu de la casa tradicional: la economía de medios (3 pies, ni uno más), la durabilidad (hierro), la utilidad (se usa para casi todo) y la necesidad (sin trébede los resultados del cocinado serían imprevisibles).
No hay trébede sin fuego y se puede decir que un fuego en la cocina no tenía sentido sin trébede.
Sin duda una de las piezas más humildes pero de una gran importancia en la vida de nuestros pueblos.
Esta pieza fue donada al Museo por Francisco González Santana en 2011.