Escolares del Colegio Sagrado Corazón trabajan en el Museo la Leyenda de la Tía Cabalganta
- administrador
- marzo 14, 2013
El Museo Etnográfico Extremeño “González Santana”, el Colegio Diocesano “Sagrado Corazón” y el Hogar de Mayores de Olivenza continúan llevando a cabo el proyecto “La aventura de las leyendas fronterizas”.
Esta iniciativa, cuyo objetivo principal es el descubrimiento de las leyendas de Olivenza como manera de valorar y conservar nuestro patrimonio inmaterial, persigue además, entre otros fines, promover las relaciones intergeneracionales, ser instrumento de aprendizaje de la lengua portuguesa y promover intercambios culturales con el país vecino, por lo que todos los materiales para alumnos y profesorado se han elaborado en español y portugués.
La aventura de las leyendas fronterizas tiene como destinatarios principales a los alumnos del Sagrado Corazón y al Voluntariado Cultural del Hogar de Mayores a través del proyecto Mayores Activos, aunque está abierta a la participación de otros colectivos. Se utilizarán espacios tan diversos como las propias aulas, bibliotecas pública y escolar, el Museo, Internet, el Hogar de Mayores, las calles y edificios de Olivenza e incluso la Sierra de Alor.
El proyecto, que se ha venido desarrollando a lo largo del curso escolar, abordó en febrero la leyenda de la beata oliventina María de la Cruz. En esta ocasión más de de cincuenta alumnos del centro acompañados de sus padres, madres y abuelos se reunieron en la Sala Baja de la Torre del Homenaje en la mañana del jueves 14 de marzo para recrear la leyenda de la Tía Cabalganta, originaria de Táliga y similar en su desarrollo a la de la Serrana de la Vera. El Director del Museo, Miguel Ángel Vallecillo, la expuso a los niños y adultos participantes.
La Tía Cabalganta, cuyo nombre real desconocemos, era vecina de Táliga. Mujer muy guapa y salerosa a la que un forastero engaño durante su juventud, mientras se desarrollaban las fiestas patronales de la localidad, abandonándola tras muchas promesas. Desde entonces fue muy mal mirada por el resto del pueblo, cambiando su carácter, modales y forma de ser, llegando a ser temida y aborrecida por sus convecinos.
Por todo ello, la Tía Cabalganta, decidió abandonar el pueblo y establecerse en un molino abandonado, junto a la rivera de Táliga del que todavía se conservan algunos restos. Allí buscó una nueva vida, aislada del resto del mundo, pero adquiriendo un carácter cada vez más hostil. Según cuentan los pastores, ganaderos y habitantes de cortijos, solían verla recogiendo productos del campo para calmar el hambre. También afirmaban que era frecuente verla frente al molino con un gran caldero, a la luz de la luna llena, haciendo conjuntos y pócimas.
Esta mujer fue acrecentando su odio hacia los forasteros. Parece ser que habilitó una de las habitaciones del molino, ubicado en el camino que va de Higuera de Vargas a Barcarrota, para recoger a viajantes. Muchos fueron los que sucumbieron a su atracción, pernoctando en el molino, pero ninguno, según la leyenda, salió con vida de aquel lugar. Antes del alba, la Tía Cabalganta los degollaba, parece ser que el número ascendió hasta quince, y luego los enterraba en un huerto cercano.
Los taligueños vivieron durante mucho tiempo asustados, pero nadie denunció este hecho, sin duda por temor a la que creían una bruja.
La Tía Cabalganta desapareció una noche de mucha lluvia y relámpagos. Para algunos, un rayo la calcinó; para otros, la crecida de la rivera la sumergió y ahogó.
Tiempo después, algún que otro vecino que se dirigía a su trabajo afirmó haber visto junto al huerto donde enterraba a sus víctimas, a una mujer esbelta y hermosa, con sus ropas hechas jirones, huyendo entre los matorrales perseguida por los espectros de unos cuerpos degollados.
Para complementar la leyenda, Pedro Correa Cabalgante enseñó a los alumnos a confeccionar cestos de vara de olivo y Julia Veiga a hacer queso fresco