Desaparecida la calle como espacio de encuentro, las ciudades se han convertido en un lugar inadecuado para los niños, y los parques, a partir de cierta edad, resultan poco interesantes para jugar. Si a esto unimos la jornada escolar, las actividades extraescolares, lo reducido de las familias, y la invasión de los productos de ocio “de consumo”, lo que se dice jugar, hoy en día se juega poco. Antes de existir la práctica del deporte reglado, los niños realizaban un intenso ejercicio físico espontáneo en la calle simplemente jugando a los muchos y diferentes juegos de tradición popular. Éstos han sido un medio de desarrollo psicofísico y de socialización que ha proporcionado deleite a innumerables generaciones de niños, antes de que el coche ocupara las calles, y la televisión su tiempo. Muchos de esos juegos son colectivos, lo que los hace muy convenientes para los niños de ahora, y muy especialmente para quienes pasan horas jugando a los videojuegos. Así podemos recordar algunos como el escondite, el pañuelo, el rescate, el balón prisionero, la rayuela, la goma, la comba, etc.
A este último juego, la comba, dedica el Museo la pieza del mes de enero. Lo hace mostrando un saltador o cuerda de saltar, de cortas dimensiones, con empuñadura de madera en sus extremos.
Conocido popularmente por juego de la comba e incluso de la soga es practicado principalmente por niñas. El único material necesario es una cuerda gruesa y muchas ganas de saltar. Puede jugar una persona sola, haciendo girar la cuerda sobre su cabeza y por debajo de los pies, saltando cada vez que pasa por debajo de estos. También pueden saltar dos personas al mismo tiempo y con la misma cuerda. Para esta modalidad no se necesita una cuerda muy larga. Si el juego se hace en grupo, dos personas tienen que dar a la cuerda y el resto (un nº indeterminado) son los que saltan. Entran en el juego por un extremo, se sitúan en el centro de la cuerda y saltan para después salir del juego por el extremo contrario al que entraron. Y así se salta una y otra vez, por turnos, de uno en uno, ya que habiendo saltado la última persona de la fila, vuelve al juego la primera. Cuando alguna falla, cambia su sitio por una de las que dan movimiento a la soga. En el juego de la comba existen muchas variantes y es habitual saltar al ritmo de sencillas canciones populares como “Al pasar la barca”, “Un, dos, tres: Pluma, tintero y papel”, “Al pasar por Toledo”, “Al cocherito Leré”, etc.
Este juego ha existido durante siglos en todo el mundo. Sin embargo, no se sabe el origen exacto como juego popular. Existen referencias de que en la antigua China era uno de los deportes favoritos durante la fiesta de año nuevo. Hipócrates (460-377a. d.C.), padre de la medicina, recomendaba saltar a la cuerda como una práctica de agilidad. Se han encontrado descripciones muy detalladas en escritos antiguos provenientes de las civilizaciones fenicias, egipcias y chinas. Hay numerosas ilustraciones que demuestran el carácter universal del juego tradicional de saltar con una cuerda. Así podemos citar, como ejemplo, el cuadro “Saltando a la comba, la Granja” de Joaquín Sorolla.
Todos estamos familiarizados con el salto de la comba como un juego infantil, pero también es un ejercicio de adultos por lo que no es difícil entenderlo como un deporte. Este tipo de ejercicio es uno de los más comunes para el entrenamiento de boxeadores.
La comba ha estado ligada a los patios de los colegios, parques, calles, etc. Con la incorporación de las nuevas tecnologías, este juego, como muchos otros, está siendo sustituido por videojuegos, consolas, teléfonos móviles, etc. quedando relegados a un segundo plano. Con la pérdida de estas prácticas lúdicas no sólo se está perdiendo el juego en sí, sino también multitud de composiciones del cancionero popular y muchas expresiones pronunciadas únicamente en el marco del juego infantil.