La mantilla es una prenda popular española consistente en un elegante tocado femenino de encaje.
Aunque el origen no es del todo bien conocido, se cree que los primeros velos y mantos que utilizaban las mujeres como adorno y prenda de abrigo, son el origen de las primeras mantillas conocidas. La evolución de esta prenda estuvo marcada por factores sociales, religiosos e incluso climáticos. Estos últimos eran visibles en el tipo de tejido utilizado para su confección. En la zona norte se empleaban telas tupidas con una finalidad clara: servir de abrigo; en el sur, se utilizaban fibras con fines meramente ornamentales, como la seda.
Fueron las clases populares las primeras en emplear la mantilla, sin arraigo entre la aristocracia. Comenzaron a usarse sin peineta, a modo de abrigo y no como elemento ornamental.
En el siglo XVII ya era habitual utilizar la mantilla de encaje como prenda distinguida, sustituyendo, poco a poco, el paño por los encajes. Sin embargo, su uso no se generalizó entre las clases más altas hasta bien entrado el siglo XVIII como se aprecia en numerosos cuadros de Goya.
La reina Isabel II (1833-1868), muy aficionada al uso de tocados y diademas, empieza a popularizar su uso, costumbre que pronto adoptan las mujeres más cercanas a ella. Las damas cortesanas y de altos estratos sociales comienzan a utilizarla en diversos actos sociales, lo que contribuye, en gran medida, a darle un aire distinguido, tal y como ha llegado a nuestros días.
Actualmente la reina Sofía y sus hijas también acostumbran a llevarla cuando van vestidas de gala.
En el siglo XX, la mantilla fue perdiendo popularidad, salvo en algunas regiones donde tardó en desaparecer. Hoy en día perdura esta costumbre y es más fácil ver mantillas en el centro o sur de nuestro país que en la zona norte. Actualmente, su uso ha quedado restringido a determinados eventos como procesiones de Semana Santa, bodas de gala o los toros.
La mantilla deberá contar con el largo adecuado a cada persona; por su parte delantera, con un largo hasta la altura de las manos y, por detrás, unos dedos por debajo de la altura de la cadera. Para evitar el vuelo de la mantilla, es conveniente sujetarla al vestido de forma discreta (generalmente por los hombros). Pueden ser de blonda, de chantilly y de tul.
En cuanto a la peineta, debe estar en consonancia con la altura de quien la lleva y a la de su pareja, si va acompañada. Debe ajustarse bien al moño y cubrirla de forma correcta y bien equilibrada con la mantilla. Detrás se coloca un broche para fruncirla y que no vaya suelta.