El imperativo de la moda ha llevado a lo largo de la historia a que las mujeres soporten artilugios inimaginables para alcanzar una figura estilizada. Desde los conocidos corsés hasta el wonderbra, muchas son las prendas que se han inventado para conseguir moldear el cuerpo femenino.
A mediados del siglo XIX surge un nuevo canon, propio del mundo romántico, que marca la cintura y resalta el busto mediante un corsé. En Francia el gremio de sastres era el que hacía los corsés, porque se necesitaban unas manos muy fuertes para coser las varillas. A partir de 1866 se transforma la silueta femenina anulando los grandes artificios y vistiendo un ahuecador a la altura de los riñones. En 1898 la silueta es más flexible y ligera: falda campana y cintura de avispa. Es la línea en “ese”. Comienza el siglo XX con traje de talle de avispa. En la indumentaria tradicional el corpiño ceñiría el busto de la fémina. A medida que la mujer empieza a cambiar su estilo de vida, desaparece el incómodo corsé y se buscan prendas más funcionales. Hacia 1950 surge el ceñidor de avispa, prenda fabricada en tul elástico.
La pieza que se expone tenía como finalidad ajustar y moldear la cintura. Va reforzada con varillas como los corsés y se cierra con una fila de botones en el lado derecho y cintas en el izquierdo para graduar la presión. Se reconocen unos ligueros para sujetar las medias sólo en la parte delantera, cuando lo habitual era que llevara cuatro: dos delante y dos detrás. Quizás se hizo así para que fuera más cómodo. Está realizado en tela de algodón y cosido a máquina. Donada al Museo por Confecciones La Manola, puede fecharse en la década de 1930.