Una obra del médico oliventino D. Francisco Ramírez Vas, Pieza del Mes de junio 2017
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- junio 1, 2017
El cambio de mentalidad ocasionado por las ideas ilustradas del siglo XVIII alcanzó también a la medicina. Las altas tasas de mortalidad que padecían los sectores de población más pobre, junto a sus miserables condiciones de vida, motivó la denuncia de los médicos que estaban en contacto con ellos. El higienismo imperante en la época propugna la supervisión médica de todos los espacios de la existencia humana, especialmente los de los pobres, centrándose la aplicación de las medidas higiénicas en las ciudades, quedando las poblaciones rurales fuera de ellas.
Los compendios de higiene, divulgativos o científicos, fueron una moneda de curso bastante corriente durante el siglo XIX. El museo muestra uno de estos pequeños libros titulado Compendio de higiene o arte de conservar la salud, escrito por Don Francisco Ramírez Vas y publicado en Badajoz en 1858.
Su autor, nació en Santoña (Cantabria) en 1818, por estar allí destinado su padre, alistado en el ejército en 1812. Antes de finalizar ese año, su familia regresó a Olivenza, pueblo natal de su madre.
Destinado al sacerdocio, el cierre en 1835 de los centros de enseñanza religiosa, le empujó hacia la medicina, que estudió en Salamanca y Madrid. Es en esta ciudad donde terminó sus estudios en 1848, después de un amplio paréntesis de cinco años que pasó en la Habana cumpliendo sus deberes militares.
Concluidos sus estudios, se asienta en Olivenza como médico de la Santa Casa de Misericordia y como médico cirujano titular de la localidad, desarrollando su labor en ella hasta su muerte en 1880.
Además del cargo de médico cirujano, obtuvo el título de higienista debido al interés por este campo y que plasmó en diversos trabajos, proponiendo así la creación de una asignatura de higiene en la enseñanza primaria, como primer escalón para acogerse a hábitos saludables.
Siguiendo la costumbre de poner en práctica lo que pensaba, publicó el libro que nos ocupa. La obra, escrita en 1852, iba destinada a convertirse en texto escolar, pero el Real Consejo de Instrucción Pública no lo consideró oportuno “porque debiera reducirse a reglas y preceptos propios para niños, suprimiendo lo que conviene que estos ignoren, y redactándose en términos adecuados a su comprensión”. No obstante, considerando el mérito de la obra, la Reina recomendó su estudio a los profesores y corporaciones, invitando a su autor a que la imprimiera.
Fue impresa en la Imprenta Arteaga y Compañía, ubicada en la calle de la Cuerna, num. 2 (actual Vicente Barrantes) de Badajoz.
Entró a formar parte de los fondos de Museo gracias a la donación de Francisco González Santana en 1991.