La historia del juego es tan antigua como la de la humanidad. En las últimas décadas los juegos de los niños han evolucionado a la par que los avances tecnológicos, aplicados también a la construcción de los juguetes y por los cambios sociales y urbanísticos que han experimentado nuestros pueblos y ciudades.
Antes era corriente ver a los niños jugar en las calles y plazas a la peonza, al corro, al escondite, a la comba … Hoy, la televisión, el tráfico y la sobrecarga de tareas extraescolares de los alumnos, impiden que los escolares puedan seguir jugando en plena calle como lo hacían sus padres y sus abuelos. En cuanto a los juguetes, estos han experimentado grandes cambios, pasando desde los puramente artesanales, hechos con materiales de desecho por los propios niños, o con materiales pobres, como el cartón o la hojalata, a los juguetes tecnológicos, que funcionan con microprocesadores.
Se cree que el primer modelo de patines fue desarrollado alrededor del año 1700 por un alemán que deseaba simular patinaje en el hielo en la época del verano. Para ello usó unos trocitos de madera clavados a un listón, los cuales a su vez estaban atados a sus zapatos. La primera versión conocida de patines apareció en 1760 cuando Joseph Merlin, un fabricante de instrumentos musicales en Londres decidió hacer su entrada a una fiesta de disfraces tocando el violín y a su vez patinando sobre unas botas a las cuales había adaptado unas ruedas de metal. El señor Merlin terminó estrellándose contra un inmenso espejo ya que no sabía cómo parar ni cómo conducir los patines. En 1819 M. Petitbled, en Paris, patentó los primeros patines sobre ruedas, los cuales poseían tres ruedas en línea, variando en número y en diseño.
Pronto surgieron muchos modelos patentados, cada uno un poco más sofisticado que su modelo anterior. Así los patines comenzaron a difundirse aunque pasó mucho tiempo hasta que fueran un verdadero éxito. En la década del 60 y 70 del s. XIX, la tecnología ayudó al uso de nuevos materiales (plásticos y resinas) que hicieron crecer esta actividad hasta alcanzar la mayoría de edad, haciendo de ellos un juguete muy difundido, especialmente en Alemania.
El Museo quiere rendir un pequeño homenaje a este popular juego de calle para cuya destreza era corriente sufrir más de una caída. Los patines que se exhiben fueron donados en 2004 por Dª Francisca Nieves González Garrido. Fueron un modelo muy difundido en las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado. Se componen de una plataforma a modo de suela, que se adapta al tamaño del pie y se ajusta al calzado mediante correas de cuero, todo dispuesto sobre cuatro ruedas de hierro. Son de la marca Sancheski y fueron fabricados en Irún.