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Casa Labriega
Dormitorio Labriego
La dependencia reservada a alcoba conserva la atmósfera recogida de un lugar dedicado al descanso. Solía ser por ello oscura y confortable en la medida de lo posible. El mobiliario, con un carácter esencialmente práctico, es bastante sobrio, siendo comunes las piezas de madera o forja.
El sentir religioso se hace palpable en muchos detalles, como el crucifijo, el rosario de cabecera, la imagen de la Virgen, las estampas de los santos y un antiguo misal portugués de 1826.
La iluminación artificial, muy tenue, se reducía a las velas o a la capuchina, llamada así por la forma de su apagador.
No faltaban tampoco los útiles de aseo, entre los que predominan los de latón esmaltado, como la palangana y la cubeta, y algunos de zinc.
La ropa de niño y adulto, distribuida por la sala, nos habla de la modestia , no exenta de orden, con que vivían las clases humildes.
Cocina
Era ésta la habitación más importante de la casa, ya que en ellas, además de la preparación y consumo de alimentos, se llevaba la convivencia y se desarrollaban los dramas y alegrías cotidianos.
La sencillez sigue estando presente, sobre todo en el mobiliario de madera, cuyo centro catalizador es la mesa camilla. El equipamiento doméstico acusa también la escasez de medios. La vajilla, por ejemplo, es de loza blanca, lisa y sin decoración.
La cocina, de hierro y con largas patas, funcionaba a carbón. El barro aparece en algunos utensilios, especialmente baños y tinajas. Materiales más modernos son el aluminio y latón esmaltado de los objetos que cuelgan en la espetera.
Elementos curiosos, el horno de tambor, con forma cilíndrica, empleado para conservar el calor de la comida mediante brasas, los sellos de marcar pan, tallados en madera y los vales o placas metálicas que se extendían a los jornaleros para intercambiarlos por víveres, sobre todo pan y aceite.
La Matanza
En Olivenza, al igual que en casi toda la región, la matanza ha sido un tradicional medio de sustento para las clases media y baja, que aseguraban el alimento para todo el año, además de una fiesta que reunía a parientes y vecinos. En ella, cada sexo desempeñaba un papel determinado. El sacrificio y despiece del cerdo era responsabilidad de un hombre, el matanchín o matarife. Para matarlo, se empleaba una banca de madera y un juego de cuchillos hábilmente manejados. Las mujeres, en cambio, se ocupaban del aliño, preparación y embutido de la carne, donde jugaba un papel muy importante la matancera, quien guiaba el trabajo de las demás, aunque el suyo empezaba antes que el de sus compañeras, al tener que dar vuelta a la sangre del cerdo.
La matanza requiere el empleo de gran número de útiles. Así, puede apreciarse una completa colección de baños y artesas. En el interior de la sala, dos modelos de máquinas de embutir, una de madera con varios tipos de embudos, otra de hierro y una picadora de carne.
Preside este espacio un mortero de gran tamaño, tallado de una sola pieza, en madera de encina, utilizado para el machado de ajos, sal y especies.
Distribuidos bajo la campana de la chimenea, objetos de uso doméstico como trébedes, orzas, pucheros, baños, sartenes, tenazas, etc.
En cuanto a la artesanía pastoril, destacan los taburetes y tarteras fabricados en corcho, así como los machadores y las cucharas talladas en madera o asta.
De este material son también algunos recipientes como una cuerna grabada en 1854, de extraordinaria riqueza decorativa, y el curioso llavero colgado de la chimenea. Esta pieza, siempre par, se utilizaba para portar aceite y vinagre.
De este material son también algunos recipientes como una cuerna grabada en 1854, de extraordinaria riqueza decorativa (sobre la mesa central), y el curioso llavero colgado de la chimenea. Esta pieza, siempre par, se utilizaba para portar aceite y vinagre.